A veces innovar en un sector tradicional puede ser complicado y reorientar la actividad así como cambiar el nombre de la empresa, puede ser más acertado que continuar con el mismo modelo de negocio a sabiendas de que no funciona.
Lee atentamente los pasos para cambiar el nombre de tu negocio:
Como cualquier otro proceso al crear una empresa o reorientarla, el renaming tiene sus pros y sus contras. Entre las ventajas de cambiar el nombre a la marca destaca, por encima de todo, el lavado de imagen. El proyecto adquiere una nueva identidad, lo que puede suponer la entrada a nuevos mercados.
Además, podemos aprovechar el renaming para reforzar nuestra propuesta de valor con cada uno de los elementos de la identidad corporativa desde el nombre de la empresa.
Ya hemos dicho que, en casos de crisis reputacional, el cambio de nombre nos permite hacer borrón y cuenta nueva. Esta opción también es interesante cuando el proyecto no está en la dirección que nos gustaría y decidimos reorientarlo. Es una forma de dejar atrás ese pasado “problemático” o difícil, en pos de un futuro prometedor.
Ten en cuenta que la marca lo es todo, y con el renaming logramos reforzar nuestra identidad de marca. El nuevo nombre inspira y orienta a clientes, socios o empleados, ofreciendo una visión estratégica a largo plazo para el crecimiento de la empresa. También es una forma de capitalizar las diferentes acciones comerciales de la empresa. Una marca fuerte nos facilitará la incorporación de nuevos servicios, mejorando también el valor financiero del proyecto.
Aunque hablemos de contras, realmente nos referimos a las consecuencias del cambio de nombre. Ya hemos anticipado que el principal hándicap será la pérdida inicial de identidad fruto del cambio de nombre. Si sigues los pasos que hemos visto, el golpe será menor; pero es imposible llegar al 100% de nuestros consumidores. Necesitaremos una fuerte inversión en publicidad, lo que supone un coste adicional al proceso de elegir nuevo nombre, logotipo y, en definitiva, crear la nueva identidad corporativa.
La otra gran desventaja -o consecuencia- es que tendrás que reiniciar prácticamente de cero el proceso para posicionarte en el mercado. El público conocerá tus productos o servicios, pero eso no es garantía de que asocien la nueva identidad de la marca con el nombre anterior. También es posible que pierdas seguidores en redes sociales, correos en tu newsletter, etc., pero los recuperarás. Y no olvides los siempre engorrosos trámites legales para cambiar el nombre.