A estas alturas del juego, el emprendedor gastronómico que no se haya percatado de que la carta de su restaurante es, junto al mesero, sus ases bajo la manga en el momento de vender, difícilmente ha alcanzado el éxito y su futuro no es muy esperanzador.
Contar con una carta atractiva, con platillos rentables para el establecimiento, pero precios interesantes y, todo esto, presentado de forma eficaz, es una buena forma de comenzar una experiencia gastronómica para los clientes. Por desgracia, no siempre tenemos en cuenta esos pequeños detalles que diferencian a una carta sosa de una verdadera herramienta de marketing.
Todo lo demás que ayude a vender es bueno, pero al final del día es analizando la carta que el cliente decide qué va a comer y cuánto va a gastar. Por ello, te recomiendo que pongas particular atención a los aspectos que a continuación te comentaré.
Una carta gastronómica debe tener identidad, carácter propio y definir al establecimiento que la ofrece. No puede ser un simple listado de precios y platos, sino aportar valor y buscar la forma de impactar al cliente de manera que este la recuerde. Piensa cómo quieres ser recordado y plásmalo en tu menú: una solución con todos y para todos los gustos es gris y se olvida pronto.
Tu carta tiene que destacar aquello en lo que tu restaurante se especializa, lo que lo hace pionero y diferente del resto de la competencia. No importa si es el tipo de comida, la forma de servicio o su entrega a domicilio. En otras palabras, tiene que resaltar el concepto de tu emprendimiento.
Tener ítems extras está bien para los más exigentes, pero mantén tu carta simple y enfocada. 60 productos son más que suficientes.
Entiende que los clientes son los que alimentan el negocio, que los alimenta a ellos con lo que les gusta… no con tus gustos personales. Por ello, necesitas ponerte en los zapatos de tus clientes y enfocarte en el tipo de cliente que acude mayormente a tu restaurante: cuál es tu cliente ideal, qué edad tienen tus clientes regulares, dónde viven, cuáles son sus profesiones, en qué gastan su dinero preferentemente e, incluso, cuáles son sus problemas.
Como partida, debes reunir 10 datos sobre tu cliente promedio antes de planear la carta y luego preguntarte qué desea, qué necesita, cómo darle la mejor experiencia posible y cómo eso compagina con el concepto de tu restaurante.
Es bueno para un cliente saber que su restaurante preferido sirva su plato favorito, pero también que de vez en cuando pueda degustar nuevos sabores sin tener que desplazarse a otro establecimiento. Esto tiene también ventajas prácticas para ti: algunos ingredientes son más costosos en las diferentes estaciones del año, e incluso no pueden conseguirse. Ten siempre un espacio reservado para introducir platos especiales en las sugerencias del chef, innova y saca un producto estrella para cada estación (que además de popular sea muy rentable).
Si has respondido positivamente a todas estas preguntas, tu carta ha de ser memorable, amistosa y dinámica… pero siempre hay espacio para mejorar lo que ya es bueno. Este análisis no requiere de grandes recursos sino de una comprensión cabal de lo que el cliente quiere y está dispuesto a vender… que ha de corresponderse con lo que le estamos vendiendo. No porque nosotros queremos, sino porque él lo prefiere.